Día de ira, el día aquél,
que reducirá al mundo a cenizas;
lo atestiguan David y la Sibila.

2. Cuán grande será el terror,
cuando aparezca el juez
para sentenciarlo todo con rigor.

3. La trompeta, esparciendo atronador sonido
por entre los sepulcros,
nos empujará a todos ante Dios.

4. La muerte se asombrará y la naturaleza,
cuando se levante la criatura
para responder a su juez.

5. El libro, ya completo, será leído,
en el que todo se halla consignado,
para abrir el proceso del mundo.

6. Cuando el juez se haya sentado,
se revelará todo secreto;
nada quedará sin castigo.

7. ¿Qué he de decir entonces, miserable de mí?
¿A qué abogado recurriré
cuando aún el justo apenas estará seguro?

8. Oh, Rey de terrible majestad,
que a los que salvas, salvas por pura bondad;
sálvame, fuente de piedad.

9. Acuérdate, dulce Jesús,
de que soy la causa de tu obra;
no me pierdas en aquel día.

10. Al buscarme, fatigado te sentaste;
me has redimido sufriendo en la cruz;
no sea vano tanto trabajo.

11. Justo juez de los castigos,
concédeme el perdón
antes del día de la cuenta.

12. Gimo como reo;
la culpa ruboriza mi cara;
perdóname, Señor, a mí que te lo suplico.

13. Tú que has absuelto a María
y has escuchado al buen ladrón,
también a mí me has dado la esperanza.

14. Mis plegarias no son dignas,
pero tú, buen Señor, sé benigno,
para que no arda en el fuego eterno.

15. Dame un lugar entre tus ovejas
y apártame de los cabritos,
colocándome a tu diestra.

16. Confundidos por ti los malditos,
condenados a las recias llamas,
llámame con los elegidos.

17. Te ruego suplicante y prosternado,
con el corazón deshecho como ceniza,
que tomes en tus manos mi destino supremo.

18. Día de lágrimas, el día aquél,
en que saldrá del polvo,

19. El hombre culpable a presencia del Juez.
Perdónale, pues, Señor.

20. Y tú, Señor, dulce Jesús,
dales a todos el descanso.

Amén.